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La doble carga: Ser madre y sobreviviente de violencia de género en un nuevo país

En el mes de mayo, cuando celebramos el Día de la Madre, es común ver imágenes de alegría, gratitud y entrega incondicional. Sin embargo, para muchas mujeres ; especialmente madres inmigrantes latinas en Canadá que han vivido situaciones de violencia; esta fecha puede remover emociones difíciles, dolores no dichos y realidades invisibles. Este artículo busca darles voz y herramientas a esas madres que cargan con una doble mochila: la maternidad y el haber sobrevivido a la violencia de género.


Fuente: Unsplash
Fuente: Unsplash

Migrar siendo madre y sobreviviente: un camino complejo


susLas madres inmigrantes que han experimentado violencia de género enfrentan desafíos únicos. Además de adaptarse a un país nuevo, con barreras lingüísticas, racismo estructural y un sistema legal desconocido, muchas de ellas arrastran experiencias traumáticas en sus relaciones de pareja.

A menudo, estas mujeres han tenido que:

  • Salir de su país dejando atrás susredes de apoyo (familia, amigas, comunidad).

  • Asumir toda la responsabilidad emocional y material de sus hijos en soledad

  • Sobrevivir económicamente en empleos precarizados.

  • Enfrentar un sistema migratorio que muchas veces no reconoce ni protege sus vivencias.

Y todo esto mientras intentan sanar, criar y salir adelante. Realmente es una carga muy pesada...


¿Cómo se manifiesta la carga emocional?


Desde una perspectiva psicológica, vivir la maternidad en este contexto puede generar sobrecarga emocional crónica. Es una acumulación de estrés, culpa, miedo y agotamiento que puede afectar la salud mental y física de la mujer.


Algunos síntomas comunes incluyen:

  • Sentimientos constantes de culpa: “No soy suficiente”, “Mis hijos merecen algo mejor”.

  • Ansiedad por no poder proteger a los hijos de todos los peligros.

  • Ansiedad y miedos mientras se co-parenta con con fue la persona perpetradora

  • Hipervigilancia: estar siempre alerta, anticipando el conflicto o el fracaso.

  • Falta de placer o disfrute: no hay tiempo ni energía para el autocuidado

  • Dificultades para concentrarse o tomar decisiones cotidianas.


Además, muchas madres sienten que no pueden compartir estos sentimientos con nadie, por miedo a ser juzgadas o a que les cuestionen su rol materno.


El factor cultural: lo que no se dice, pero pesa

En muchas culturas latinoamericanas, la maternidad se asocia con el sacrificio total. Las madres deben ser fuertes, silenciosas, y dejarse para el final. Esta narrativa impide muchas veces que una mujer pueda decir: “Estoy agotada”, “Me siento sola” o “Necesito ayuda” sin ser percibida como débil o egoísta.

La experiencia migratoria, además, agrega más dimensiones de silencio:

  • “No puedo mostrarme vulnerable porque mis hijos me necesitan fuerte.”

  • “No puedo fallar después de haber venido hasta aquí.”

  • “No tengo a quién pedirle ayuda.”

Este tipo de pensamientos son comprensibles, pero también peligrosos si se transforman - como muchas veces pasa- en aislamiento emocional.


Maternidad después de la violencia: entre la culpa y la resiliencia


Cuando una madre ha sido víctima de violencia por parte de su pareja (física, emocional, económica o sexual), es común que se cuestione su valor como madre. Se pregunta si sus hijos han sido dañados emocionalmente, si debería haberse ido antes, si está haciendo lo correcto.


Desde la psicología sabemos que:

  • La violencia no es culpa de la víctima. Ninguna mujer “provoca” el maltrato.

  • Los hijos pueden sanar también, especialmente si ven a su madre en un proceso de recuperación.

  • Pedir ayuda es un acto de amor, no de debilidad.

Muchas madres inmigrantes han sobrevivido a lo impensable y siguen adelante con valentía. Eso también es maternidad: resistir, reinventarse y luchar por un futuro mejor para sus hijos.


¿Qué puede ayudar? Algunas herramientas prácticas


1. Validar las propias emociones.Sentir tristeza, miedo o enojo no te hace una mala madre. Nombrar lo que sentís es el primer paso para aliviarlo.

2. Crear una red de apoyo segura.Puede ser una amiga, una trabajadora social, un grupo comunitario en tu idioma o una línea de ayuda. No estás sola.

3. Buscar apoyo profesional. Hay psicoerapeutas, agencias y clínicas comunitarias que ofrecen atención gratuita o a bajo costo, en español o con intérpretes. La salud mental es un derecho, no un lujo.

4. Informarte sobre tus derechos.En Canadá, ninguna mujer debe soportar violencia para mantener su estatus migratorio. Hay recursos legales y organizaciones que pueden ayudarte.

5. Cuidar el cuerpo.A veces no se puede con todo. Comer bien, dormir lo que se pueda, salir a caminar o simplemente respirar con conciencia ya son actos de autocuidado valiosos.


Recursos en Canadá para madres inmigrantes y sobrevivientes de violencia



Reflexión final: Ser madre y sobreviviente no es un fracaso. Es una muestra de fuerza, de amor inquebrantable y de resiliencia. Si esta es tu historia, recordá que no estás sola. Merecés ser escuchada, acompañada y cuidada.

Porque todas las madres —incluso las que están sanando heridas— tienen derecho a ser celebradas, no solo el segundo domingo de mayo, sino cada día.

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Referencias:

 
 
 

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